No sé si tu pienses en mi la mitad de lo que yo pienso en ti. La verdad es que, viendo en lo que te has convertido, lo dudo mucho. ¿Acaso te acuerdas de mí? Hace tiempo era uno de los personajes principales en la obra que era tu vida.

¿Recuerdas la de veces que criticamos a cierto tipo de personas? ¿La cantidad de tardes que hablamos de lo mucho que odiábamos ciertas y determinadas formas de ser? ¿Ciertos y determinados tipos de personas que, según tú, era simplemente patéticas? Si lo recuerdas, la verdad es que lo disimulas muy bien.

Aquí las cosas o se hacen a tu manera o no se hacen, ¿no? Tú mandas y ordenas, los demás hacemos lo que dices y todos contentos, ¿me equivoco?

Pues no, no soy yo quien se equivoca esta vez, como tantas otras: eres tú quien, como en tantísimas otras ocasiones, se empecina en que lo que dice es lo correcto y todo lo demás es simple mierda, cuando nunca habías estado tan equivocado.

Pero quiero avisarte, por si aún albergas la más remota esperanza, de que esta vez no va a ser una vez más: esta vez me has pillado cansada de que la gente me trate como le dé la gana y se vaya de rositas, cansada de permitir que los demás me consideraran algo así como inferior. Por eso, esta vez no voy a ser yo la que se arrastre, como tantas veces he hecho a pesar de tener razón, y de saber que la tenía.

Y esta vez, al contrario que tantas otras veces, voy a decir lo que en verdad pienso: te has convertido en uno de esos seres patéticos de los que nos reíamos antes. Patético porque has cambiado para satisfacer a otras personas, para encajar en un grupo. Eso es muy MUY triste por tu parte. Y aún más triste es que, lo que más patético te hace, es no admitir lo patético que eres. Te comportas como un crío, un cretino, un personajillo de poca monta, y crees que somos los demás los que están mal.

No creo que puedas nunca comprender lo mucho que odio en lo que te has convertido, lo mucho que odio que no te des cuenta o que no admitas tus propios errores. No creo que sepas lo que siento al no tener a mi lado al que, durante tanto tiempo, fue uno de los mejores personajes que había en mi historia. Seguramente ni siquiera te importe lo más mínimo, y sigas pensando que es culpa mía y que tú eres, como siempre, la víctima.

Pero estoy tan cansada, que ya no importa. Me ignoras, pero tal vez algún día te des cuenta de tu error, y cuando quieras hablar, yo ya no tendré ganas de escucharte.

Y veremos que es más fácil, si hacerse el mudo, o hacerse el sordo.